Sí, me parece que es el libro de Pilar Urbano, me parece que es "El hombre que veía amanecer". En él, se describe al juez Baltasar Garzón como alguien a quien sólo vemos subir o bajar las escaleras de la Audiencia Nacional. Ocurre permanentemente en los telediarios: "Esta mañana, el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, bla bla bla..."; y vemos cómo el magistrado se apea tranquilamente de su coche blindado y sube los peldaños; o vemos cómo se cierra la puerta del tribunal... y baja los peldaños. Anteanoche damn_it_jim expresaba en voz alta una idea que me venía rondando por la cabeza desde hace días: aquello de la maldición del número 2. Le ocurrió al juez Baltasar Garzón cuando acompañó en las listas de 1993 a Felipe González [de azote de la corrupción a Director del Plan Nacional contra las Drogas]; les ha ocurrido, aunque pasando por ministerios, a Francisco Álvarez-Cascos y Jesús Caldera; le ha ocurrido este mismo mes a Manuel Pizarro. El empresario aragonés ni encuentra su sitio ni quieren que lo encuentre. Los comentarios sobre su marcha del Partido Popular se suceden vertiginosamente... mientras el escudero de Endesa se pierde en la marea de diputados de la bancada roja. Y eso... porque los sillones están tapizados de ese color... de un burdeos sangre que recuerda permanentemente en la Cámara Baja... al tono de los asesinatos políticos.
||||| ¡El ingenio abunda! Juan Bolea ha tenido la misma idea que yo
sábado, 5 de abril de 2008
El hombre que sube y baja escaleras
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2 comentarios:
Si es que no lo entienden estos famosetes:
Si ya tienes dinero, mujeres (u hombres) y prestigio, aunque todo ello lo hayas construído como lo hayas construído (y que cada cual invente el "cómo" que quiera), no te metas a político. Sólo puedes perder, en lo económico y en lo personal.
Sería divertido averiguar dónde hay más tiburones (o leones) si en el congreso o en las direcciones de las altas empresas.
un saludo.
Pensé lo mismo que txantxangorri. Si el poder te ciega, y tu ambición no tiene límites, ponte a la cola que en política son muchos los llamados y pocos los elegidos.
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