jueves, 4 de octubre de 2007

Nocturno de humo y palabra

Mi padre murió en mitad de una mañana de mayo de 2006, seguramente en el mismo momento en que Carlos Llamas se desperezaba en la cama, animal nocturno de humo y palabra. Recuerdo su mano, fría y enjuta, cuando trajo entre sus gafas el pésame de quien se acerca sin ser convocado. "Lo siento mucho", me dijo. Y tornó a su mesa, a sus teclas, a su realidad. Hoy el mismo cáncer ha abierto bajo sus pies la negra trampilla de lo pasado. Desde hoy, los periodistas, sólo podremos aprender de los libros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estuve contigo la noche anterior a aquella fría mañana y también aquél día que nunca dejó de ser frío. Hoy que la estadística, la puta vida y la epidemia nos echa a la cara otra muerte cercana, vuelvo a necesitar que en algún movil suene "La muerte tenía un precio" para poder pensar que al menos siempre nos quedará luchar por una sonrisa.

Anónimo dijo...

Qué vacía se queda la silla que una vez ocupó. Qué callado ese micrófono y qué desnuda la radio; nuestra radio.
Qué poca importancia tienen las noticias en momentos amargos. Qué diminutos somos cada uno de nosotros.
Pero... qué suerte que exista gente que arrope... tanta gente a la que arropar y que te arropa. Por eso, nos sentaremos en esa silla, hablaremos por su micrófono y seguiremos vistiendo su casa; nuestra casa.

Un abrazo a los dos.