Fechas encarceladas

Cuenta Felipe González que, ante la fachada del hotel Palace de Madrid, sólo 15.000 personas se concentraron para celebrar la victoria electoral socialista de 1982; esto cuando, el año anterior, hasta medio millón de parisinos se habían echado a la calle para saludar la llegada al Elíseo de François Miterrand. Una celebración modesta en una España temerosa de los fusiles. Ese 28 de octubre, de otoño tibio y papeletas emocionadas, se abrió la puerta a la verdadera modernización del país, y se hizo posible, entre otras cosas, que hoy los socialistas vuelvan a jugarse el poder desde la Moncloa.

Ya en 2002, durante la celebración del XX aniversario de la primera gran victoria electoral de Felipe, José Luis Rodríguez Zapatero se declaró como continuador de los primeros gobiernos socialistas. Y no le faltaba razón. La Ley de Dependencia, o la de Matrimonios Homosexuales, o el Carné por Puntos, o el nuevo estatus de Radio Televisión Española son posibles, en gran medida, gracias al trabajo previo realizado por el PSOE.

Y paradójicamente, nos encontramos a las puertas de unas elecciones con el mismo bloqueo institucional que conocimos en los últimos años de la hégira socialista. Un momento en el que, por ejemplo, el día siguiente a la comisión de un atentado mortal por parte de ETA, algunos medios de comunicación publicaban editoriales que pedían, si no rogaban, la expulsión de González de la Presidencia del Gobierno.

Hoy se trata de lo mismo, exactamente de lo mismo. Hoy se trata del elogio infinito a Rajoy frente al peligro que suponen los actuales gobernantes para el futuro del Estado. Quienes se erigen en salvapatrias, ponen a su vez al Estado en peligro por una cuestión de mera necesidad: que ese mismo Estado no se derrumbe. Las elecciones, dentro 4 meses y medio.