viernes, 21 de septiembre de 2007

Literalmente caótica

De la vieja discusión sobre la naturaleza del arte, sobre su cercanía o lejanía de la realidad, sobre si merece la pena una disciplina artística que no refleje fielmente la vida... no quedan ya más que las brasas. En el siglo XXI, arte es lo que cada receptor del arte quiere considerar como tal, y así pasa también con el cine. Caótica Ana quiere ser una más de las películas peculiares de Julio Médem [lo onírico, el ansia de libertad, la fotografía cuidada], pero quizá no pasa de ahí. Quizá se queda en un mero ejercicio formal.

La historia arranca en Ibiza, donde la joven Ana disfruta de una vida idílica... Se dedica a vender productos de artesanía en un mercadillo, vive en una cueva con su padre alemán [hippy]... y nunca tiene frío. Un buen día, aparece una mecenas con acento británico que le ofrece formar parte de un selecto club: un grupo de jóvenes creadores a quienes presta su caserón del centro de Madrid. A medida que avanza la película, Ana descubre que ha vivido cientos de vidas... y empieza a ser hipnotizada para descubrir qué fantasma se le ha enredado en las entrañas.

De final completamente prescindible [parece que si no aparece Nueva York, una historia se queda en nada], estéticamente bella, musicalmente interesante, argumentalmente pobre. O caótica.

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