lunes, 5 de mayo de 2008

Calvo-Sotelo los lunes, miércoles y viernes

Cuando ya casi ni nos acordamos de Aznar sentado en el gobierno azul, es muy curioso observar a Leopoldo Calvo-Sotelo precisamente en el mismo escaño. Esperando al comienzo de algún pleno, entreteniendo los minutos previos a alguna votación. Era el presidente desconocido, pero su trayectoria política camina muy cerca de la columna vertebral de nuestra historia como democracia.


Las crónicas y los perfiles resaltan estos días su integridad y su cultura, pero quizá su lado menos conocido era el ingenioso, el afilado, casi podríamos decir que humorístico... Esto escribía el ex presidente en Ribadeo a finales de los ochenta...
Me acuso de aburrimiento en las reuniones de partido, en los comités locales, en los comités provinciales y en los comités nacionales. Y de haberme orientado, como Juan Ramón, a la minoría siempre, que es mala brújula en una Monarquía parlamentaria. Me acuso de preferir, más de la cuenta, la mano visible del Estado a la mano invisible de Adam Smith; porque eso era lo que me pedía el cuerpo cuando empresario, y eso lo que me pedían los empresarios cuando Ministro. Me acuso de no sentir fruición alguna al poner mi firma en el Boletín Oficial del Estado; disfruto más firmando en cualquier otro periódico, en cualquiera. Me acuso de haber hecho mía, en tiempos, esta copla de un amigo, altísimo poeta:

Qué penosa situación
la situación en que están
los que huyendo de Cebrián
fueron a dar en Ansón

Me acuso de haber seguido siendo suarista mucho después de 1980, porque el corazón tiene razones que la razón no alcanza. Me acuso de haber admirado a Primo de Rivera y de no haber sufrido nunca falangistas, ni aún tránsfugas. Me acuso de ser Calvo-Sotelo los lunes, miércoles y viernes y Bustelo los martes, jueves y sábados, como dijo Alfonso Osorio; y de no haber trabajado bastante los domingos.
Me ha costado asumir algunas cosas de mi infancia, y una de ellas era saber cosas que los otros niños no sabían. Por ejemplo, desde muy niño, ya le andaba preguntando a mi madre quiénes habían sido presidentes antes que Felipe González. La mayoría de los niños sólo recordaban el nombre de Adolfo Suárez. Yo siembre apuntaba, muy pedante, el de Leopoldo Calvo-Sotelo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta mañana escuchaba en la radio que cuando dejó la Presidencia del Gobierno volvió al banco donde había trabajado anteriormente y pidió un despacho y una secretaria. No se lo dieron. La reflexión que hacían los contertulios era que "nadie le debía nada".
Igualito que ahora, que están deseando dejar los puestos públicos para aprovechar sus influencias en la empresa privada...

Anónimo dijo...

Si escuchas la entrevista de la columna de la izquierda, oirás cómo él mismo reconoce que... tras su presidencia... se quedó literalmente "en la calle". Pues eso. Igualito.