Comenzó a moverse muy lentamente. Al principio era sólo una leve vibración, que apenas consiguió un desplazamiento de un par de milímetros. Después, con la fuerza del sudor y al abrigo del aliento, la vibración fue adquiriendo consistencia. Se convirtió en un traqueteo insistente. Unos segundos más tarde, la lengua consiguió desembarazarse de la brea del odio y comenzó a golpear con virulencia sobre el paladar. El huracán de la voz lo llenó todo de sentido: "¡Gora Euskadi askatutaaaaa!" El aire de la mañana francesa huele, desde entonces, a huevos podridos.
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jueves, 22 de mayo de 2008
La brea
Temas... Terrorismo
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3 comentarios:
Ése acento en la É de Edgar me ha matado.
No te preocupes, que ya lo arreglo... ;)
Seguirá oliendo...
Abrazos,
Diego
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